sábado, 25 de febrero de 2012

De cuando siete prevaricadores condenaron a un juez

   En este país, parece que hay un cierto afán por parte de algunos sectores interesados de la judicatura, en considerar las sentencias judiciales como una especie de irrebatible dogma de fe similar a cuando el papa habla ex-cátedra para los católicos, que debemos aceptar y acatar sumisamente como si fuesen de inspiración divina.  Pero una sentencia judicial no deja de ser el  resultado de una acción humana, y como tal sujeta no solo a errores, sino a decisiones  inducidas o influidas  por resentimientos, envidias o ánimo de venganza.


                             
  La sentencia 79/2012 de la Sala de lo Penal del Tribual Supremo, por la que se condena a Baltasar Garzón a once años de inhabilitación, es un caso de fragante divorcio entre lo legal y lo justo, que ha provocado la indignación de la mayoría de los ciudadanos de este país, e incluso en otros países,  produciendo  un indudable desprestigio de nuestra  justicia.

  Podemos admitir, como dicen algunos juristas, que Garzón no sea un buen instructor. Vale. Podemos admitir, que tiene un ego muy desarrollado. Vale. Podemos admitir, que haya pisado algunos callos. Vale. Pero de eso, a perseguirle con ensañamiento y promover tres juicos casi simultáneos en el Tribunal Supremo, en lo que se interpreta mayoritariamente como un linchamiento moral, va un abismo.

  A la mayoría de los ciudadanos no le pasa desapercibido el hecho de que el juez ha sido condenado, mientras los delincuentes y políticos corruptos imputados por él brindaban con champán, como muy gráficamente intuyo quería decir su hija María en una carta a la prensa. Ni dejan de pensar que en este caso no se ha hecho Justicia en sentido abstracto,  ético y ponderado, sino que se ha utilizado la Ley de forma torticera  para aniquilar al Juez que más ha hecho por España en el frente de los derechos humanos.  Y eso lo dijo bien  alto y claro un ex-fiscal anticorrupción de este país:  "El Tribunal Supremo es una casta de burócratas al servicio de la venganza y arrodillados ante la corrupción".

   No se quedan atrás los comentarios de prestigiosos juristas,  intelectuales y periodistas:
 "... es un escándalo internacional que el primer condenado por un caso de corrupción sea el juez que lo investigó, mientras los corruptos  eluden sus responsabilidades con fianzas millonarias"(Inés Sabanés).  "".. el mayor golpe a la democracia española,  es obra de una mayoría de jueces del Supremo,  en una parodia de juicio más propia de un sainete que de un país civilizado", ( Juan Goytisolo).  "... un día triste para la historia de la Justicia española",  (Juan Fernández del Torco).  "..repugna el doble rasero, y las presunciones de prepotencia, acoso y venganza que trascienden la condena de Garzón", ( Guillermo García Alcalde). "...se está santificando la utilización del Estado de derecho para blindar la delincuencia de alto vuelo" (Mercedes Gallizo). "La justicia no ha hecho su transición, y continúa siendo un poder retrógrado e  indigno de confianza" (Javier Cercas).

   Le denegación sistemática de pruebas solicitadas por la defensa;  el agravio comparativo con la "doctrina Botín"; la increíble celeridad del Juez Varela en dictar resoluciones  que perjudicaran al Juez  en contextos ajenos al propio procedimiento; la discriminación de imputar a Garzón cuyas actuaciones fueron avaladas por la fiscalía, la policía, un magistrado  y otro juez;  la coincidencia de tres procedimientos en el plazo de veinte días creando un clima social de culpabilidad, y lo que parece una utilización y coordinación de los tiempos, de la forma más perjudicial para el acusado, contribuyen a crear entre los ciudadanos la sensación de que este caso coadyuva  al desprestigio de la Justicia en España, porque prima el deseo de venganza y de destrucción del enemigo político, aplicando de la forma más estricta la norma lesiva para el ciudadano honrado y de la forma más beneficiosa para proteger al delincuente. Y eso no solo lo pienso yo, sino que lo  piensan las dos terceras partes de los españoles.

    Me viene a la memoria mi época de estudiante, cuando un compañero que fue procesado por el Tribunal de Orden Público de la Dictadura por un delito de opinión,  le dijo  a los que le juzgaban:  "Si  este Tribunal representa a la Justicia de este país, para cualquier honesto ciudadano es un honor estar sentado en el banquillo de los acusados".